martes, 2 de marzo de 2010

Vive y Deja Vivir I


Durante la Primera Guerra Mundial, las fuerzas aliadas francesas e inglesas se enfrentaron al ejército alemán a lo largo de un extenso frente en la Francia Septentrional. Ambos bandos se refugiaron en trincheras desde las cuales bombardeaban al enemigo. Cuando se libraban batallas campales las bajas eran enormes. El Alto Mando Aliado estaba dispuesto a asumir severas pérdidas, pues había más franceses y británicos que alemanes, mientras mataran al menos un soldado alemán por cada soldado aliado caído, ganarían la guerra. El sentimiento nacional y la propaganda de guerra alimentaban el odio al otro bando. Los oficiales al mando se esforzaban por mantener la enemistad a un nivel alto, para que la moral de las tropas que habían visto caer a tantos camaradas se mantuviera elevada.

La Noche de Navidad de 1914 en medio del odio, la muerte y el lodo, surgió entre las tropas aliadas y las alemanas un extraordinario sistema de cooperación conocido como “Vive y deja Vivir”, que consistía en: “no intentare matarte mientras tú no intentes matarme”. En varios sectores de las trincheras, la infantería británica o la francesa dirigían sus obuses allí donde no causaban daño, y se podía contar con que los alemanes harían lo mismo. Los soldados podían relajarse, e incluso dar un paseo abiertamente al alcance de las ametralladoras enemigas, sabiendo que la persona situada tras la mira del arma no dispararía.

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